viernes, 17 de mayo de 2013

UNA FORMA DE VIOLENCIA MUY AGRESIVA...

Tragedia humana
Samuel Schmidt

Cuando el asesinato de estudiantes en Columbine (Estados Unidos) llegué a pensar qué nada superaría esa infamia, pero qué tan lejos me encontraba de la realidad. He descubierto, siguiendo el análisis de Moore, que Estados Unidos es el campeón mundial del asesinato por armas de fuego, no obstante no ser el país que tiene el mayor número de armas de fuego per cápita.
Los estadounidenses han llegado al extremo de la barbarie con la friolera de más de 1 000 asesinados al mes con armas de fuego, lo que puede explicarse por variadas razones:
1) Es una sociedad cuya cohesión se ha logrado por medio de la promoción del miedo y el odio; primero odiaban a los comunistas (lo que no ha terminado del todo como muestra la campaña enfermiza de la derecha contra Barack Obama a quien acusan de socialista); posteriormente adaptaron sus fobias contra los musulmanes y los migrantes, aunque el orden lo cambien de tanto en tanto. La capacidad de odio no tiene límite; sus expresiones son viciosas e inesperadas porque terminan por voltearse contra gente inocente que tiene la mala suerte de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
2) Es una sociedad acostumbrada a resolver sus diferendos con violencia; no solo son el país que posiblemente ha sostenido el mayor número de guerras en el siglo XX, sino que siguen pensando en la opción bélica como instrumento de expansión de su poder político y económico. Esto explica por ejemplo los múltiples casos de personas que regresan a su lugar de empleo a liquidar a su jefe.
3) Tal vez como consecuencia de lo anterior han desarrollado una enorme industria bélica que se ha apoderado de una buena parte de la representación política; el cabildeo de la industria armamentista sostiene las campañas de muchos legisladores, lo que les ha permitido que no se pueda controlar la venta de armas, especialmente las de alto poder; esto facilita que cualquier persona pueda armarse y emprenderla contra inocentes, como los estudiantes de Columbine. La industria no está dispuesta al menor control, tal vez bajo la premisa de que si se abre un resquicio se termine con la tontería de que la gente debe armarse. Lo más grave del asunto es que la gran mayoría de la sociedad está a favor de algún control de armas, pero, ¿quién dijo que en la democracia las mayorías deben de mandar?
Por desgracia la sociedad estadounidense y sus dirigentes son incapaces de analizar a profundidad y con serenidad esos males que los aquejan, en una autonegación perniciosa que reacciona con estupor cada vez que surge un nuevo atentado, el responsable termina "suicidado" de tal forma que no es posible saber cuáles fueron sus motivaciones, y ante cada desgracia que les cae encima voltean hacia otro lugar buscando culpables.
Cuando el atentado del Maratón de Boston de inmediato pensaron en el exterior, tratando de encontrar a alguno de sus enemigos, que no son pocos; más de una voz sugirió que eran musulmanes y hasta se llegó a pensar que Estados Unidos usaría la ocasión para iniciar una guerra contra los culpables. No era una tesis descabellada aunque mostraba una vulnerabilidad inesperada. No porque pudieran golpearlos en el corazón (otra vez), sino porque con tantos resentidos contra ellos, el golpe podía venir de muchos lados y no sabían de dónde, al final de cuentas, la respuesta fue inesperada y dolorosa.
Me viene a la mente el 11M en España cuando el Partido Popular se apresuró en culpar a la ETA que, aunque ya eran el enemigo de la gran mayoría de los españoles, eso no implicaba que necesariamente se atrevieran a una infamia de ese tipo, ya después demostrarían su maldad al poner una bomba en el aeropuerto de Barajas con daños humanos menores que el bombazo en los trenes. La mentira propició una reacción social tan poderosa que perdieron las elecciones unos días después. En Boston el gobierno fue más cuidadoso: hubo cautela antes de culpar a nadie y el mecanismo y los medios de seguridad alimentados por la paranoia llevaron a que muy rápido descubrieran la verdad: eran ciudadanos locales, imprudentes y sanguinarios que actuaron con una gran perversidad; los atentados de ciudadanos locales se ha repetido en más de una ocasión, como por ejemplo en el bombazo en las Olimpiadas de Atlanta.
El armamentismo estadounidense podría ser un problema local muy doloroso pero, como ya hemos visto, el gran tráfico de armas termina desbordándose y afectando a sociedades que no han encontrado en ese tipo de violencia la solución de sus problemas.
Desgraciadamente estamos lejos de revertir este cuadro porque hay demasiado dinero en juego. (Tomado del diario La Opinión, de Los Ángeles)

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