viernes, 3 de agosto de 2012

EL ENFOQUE DE GÉNERO EN LAS RELACIONES LABORALES

Estimados amigos y amigas. Hace tiempo estoy incorporada al estudio del enfoque de género por la importancia que tiene para todos y todas conocer cómo sencillamente con un punto de vista erróneo, se invisibiliza a la mujer en el trabajo. Por eso les presento en dos partes un trabajo que he elaborado en dicha materia.

¿Qué sucede actualmente en el mundo?


Para dar respuesta a esta interrogante, se requiere revisar informaciones sobre las actuales reformas laborales que han tenido lugar en infinidad de países, sobre todo, al interior de la Unión Europea, así como en América Latina, algunas veces con enfoque positivo y otras de una precarización acelerada del empleo, pudiéndose afirmar que ha entrado en crisis el modelo de relaciones laborales, con énfasis en el criterio de que tantos beneficios otorgados a los trabajadores y trabajadoras en el espacio de trabajo han provocado el estado de cosas que hay que modificar para “salvar el mercado” y con ello posibilitar el acceso al trabajo de una mayor cantidad de personas, reduciendo el desempleo con un Programa y Plan de empleo a nivel internacional y al interior de cada país.

Pero también hay un cambio notable en el modelo de organización de la sociedad y del trabajo productivo y reproductivo y el enfoque del “padre proveedor” y la “madre cuidadora y reproductora”. En tales condiciones nos acostumbramos a la mujer del hogar, ama de casa o trabajadora, pero con las facilidades del trabajo a tiempo parcial para el cuidado del hogar, de la familia y el padre sería el proveedor del dinero y garante de la alimentación, vivienda y otras necesidades de su familia.

Todo pasa por un enfoque de género con una mirada patriarcal que ha sido estudiada en los diferentes países y por las organizaciones internacionales, entre ellas, por la propia Organización Internacional del Trabajo[1] y que ha conllevado a que en eventos internacionales, diferentes organizaciones hayan debatido cómo garantizar el principio de igualdad, evitando que las desigualdades existentes entre hombres y mujeres generen discriminaciones[2]

No obstante habría que analizar a qué se debe el cambio del modelo de organización de la sociedad, que a nuestro entender pasa por profundas transformaciones tanto en el ámbito demográfico, en la estructura familiar y en la propia organización y diseño de los puestos de trabajo dentro de las empresas y organizaciones.

Ahora hay más mujeres vinculadas a una relación laboral, más del 40% de la fuerza de trabajo en el mundo está representada por mujeres, en algunos países como sucede en Cuba casi alcanza la paridad con el hombre, siendo resultado de un cambio de enfoque en la correlación padre y madre, pues la estructura al interior de la familia también se encuentra sumida en un profundo cambio en el sentido de madre y padre al unísono, o sea, mujer trabajadora, madre soltera y con hijos que es proveedora y cuidadora a la vez, por lo que se entroniza en su célula familiar una doble y hasta triple jornada laboral diaria, en que el descanso ocupa la menor parte, la atención personal casi es inexistente y todo se vuelca hacia el sostenimiento de la familia con jornadas excesivas de hasta 12 horas diarias para alcanzar el nivel de ingresos que cubra la canasta básica y permita satisfacer algunas necesidades esenciales complementarias.

Igualmente ha habido sensibles cambios en la organización empresarial con un acercamiento mayor al sector de los servicios más que al sector productivo el cual se nutre muchas veces de equipos electrónicos y tableros de mando para aliviar la carga física del trabajador y trabajadora, aunque supera con creces la carga emocional y mental de aquellos que controlan los dispositivos antes mencionados. Hoy en día es mayoritaria la participación y presencia femenina en el sector de los servicios bancarios, científicos, farmacéuticos, turísticos, gastronómicos, inmobiliarios y otros que requieren una determinada preparación profesional, observándose además que las mujeres gozan muchas veces de un alto nivel escolar, sin embargo en la generalidad de los países ganan menos que los hombres por el mismo trabajo, a pesar de las declaraciones constitucionales de que “a igual trabajo, igual salario”. E igualmente por las tareas domésticas que asumen, “son vistas como trabajadoras menos productivas, lo que afecta negativamente sus posibilidades de promoción y de remuneración”.[3]

Pero hay más factores que deben tomarse en cuenta para que el análisis sea completo:

  • Aún cuando las mujeres han pasado a compartir con el hombre el trabajo remunerado, no existe lo mismo con las tareas domésticas y además se mantiene como una verdad irrefutable que las responsabilidades familiares son un asunto privado, cuando en verdad, intervienen muchos elementos a favor y en contra, el Estado es uno de los participantes más importantes en la solución de muchos problemas desde el aspecto institucional, así como debe ser el garante del accionar de las empresas y demás instituciones para mejorar la capacidad de respuesta hacia el entorno familiar y con ello contribuir a una mayor presencia de la mujer en el trabajo.
  • Todavía persisten individuos honestamente convencidos de que las tareas del hogar y la responsabilidad familiar deben ser asumidas principalmente por las mujeres como su obligación y que la participación del hombre es “en calidad de apoyo o ayuda”, ya que desde que somos niños y niñas, nos enseñan que el varón tiene una actividad física y emocional diferente a la niña y que al crecer, la gestión de la casa y la familia es una habilidad natural de las mujeres, además de ser de su entera incumbencia, porque el espacio de la casa y la familia es femenino  y el de la esfera pública es eminentemente masculino.
  • En dependencia del nivel de solvencia económica, se puede acceder a algunos servicios para facilitar el acceso de la mujer al trabajo, que no todos pueden disfrutar y que recarga a la familia de más bajos ingresos.
  • Por último, en este orden de cosas, cada día se hace más difícil a la mujer trabajadora conciliar su vida laboral con las responsabilidades familiares y con su propia persona, ya que su aspecto personal también influye en el entorno laboral y en sus relaciones individuales en el grupo y en la comunidad.

En todo este análisis, vale la pena reflexionar en otro aspecto de suma importancia en la condición del trabajo femenino y es lo referido a la brecha salarial entre hombres y mujeres, como detonante de discriminación, en contra del principio de igualdad que debe enarbolar toda relación de trabajo.

En todo el mundo, las mujeres cobran en promedio 18% menos que sus colegas de trabajo masculinos, habiéndose constatado en la última década que los salarios de las mujeres se han estancado, por lo que la brecha salarial de género parece haber quedado detenida en el tiempo prácticamente en todo el mundo. “Las mujeres están sobre-representadas en empleos con bajos salarios, subrepresentadas en puestos ejecutivos, directivos y técnicos, y a menudo deben soportar condiciones de trabajo deplorables. Las capacidades y los empleos de las mujeres han sido históricamente infravalorados y la brecha salarial de género se sitúa en cerca del 22%. Las políticas y los programas para lograr la igualdad de género resultan esenciales, pero no han demostrado su eficacia para eliminar los estereotipos y superar injusticias”[4].

A nivel mundial, la participación de la mujer en el mercado laboral se mantuvo estable entre 1990 y 2010, pero la brecha de género de la participación de la mano de obra sigue siendo considerable a todas las edades. Las mujeres están empleadas cada vez más en el sector servicios.

El empleo vulnerable (trabajo por cuenta propia y contribución al trabajo familiar) prevalece en muchos países entre las mujeres y mucho más cuando se trata de familias pobres, la mujer tiende a concentrarse en empleos del sector informal y mucho más precarios[5]. La gran mayoría de los trabajadores de la economía informal, las zonas francas industriales o el trabajo doméstico son mujeres, las cuales constituyen cerca de un 70% de las personas pobres del planeta y un 65% de los analfabetos.


[1] Al respecto consultar los informes de OIT sobre Igualdad de género y raza en el trabajo: avances y desafíos, del 2010, Notas de la OIT sobre trabajo y familia. Trabajo y responsabilidades familiares: nuevos enfoques, 2009
[2] “Las diferencias de género en la participación y en las tasas de desempleo son una característica persistente en los mercados laborales mundiales, a pesar de los avances logrados respecto al nivel educativo de la mujer. Las mujeres sufren de múltiples desventajas en el acceso al mercado de trabajo y en la mayoría de los casos no cuentan con las mismas oportunidades que los hombres en sus opciones laborales o para acceder a las condiciones de trabajo a las que aspiran. Esta exclusión laboral es particularmente importante en el caso de las jóvenes migrantes. Además, los roles sociales establecidos tradicionalmente sobrecargan a las mujeres con responsabilidades ligadas al cuidado de otros miembros de la familia y tareas del hogar o trabajo familiar. (Resolución sobre igualdad de género, 2do Congreso de la Confederación Sindical Internacional, 2CO/S/6.3 (final), 2010)

[3] de Castro Gome, Carla. “Mujeres en la Política:¿igualdad de género? Informe sobre Desarrollo mundial, 2012 del Banco Mundial. En Revista Sociología, Edición 40 junio-julio 2012. Brasil, en portugués.
[4] Obra citada. Resolución sobre igualdad de género, 2do Congreso de la Confederación Sindical Internacional, 2CO/S/6.3 (final), 2010
[5] Internacionalmente se reconoce como trabajo informal y/o precario las formas de trabajo con inseguridad laboral, ingresos bajos y beneficios sociales y derechos legales limitados. Los empleos que se crean así no son, por regla general, permanentes, sino temporales, ocasionales, inseguros y contingentes.
 (Nota de la autora)

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