miércoles, 3 de noviembre de 2010

DERECHO E INTEGRACIÓN PARA AMÉRICA LATINA. III PARTE

Lydia Guevara Ramírez.

Continúo con las reflexiones sobre el tema y prometo mañana concluir. No obstante, para "pensar el derecho laboral del siglo XXI en Nuestra América", se precisa conocer algunas cuestiones relativas a la integración y no solamente sobre este aspecto, sino, en general, los criterios jurídicos en las más recientes formas de integración. Por eso mañana trataré algo sobre la UNASUR y el ALBA.

El ALCA, en su momento y los TLCs en la actualidad, constituyen una agresión a los trabajadores


El continente americano es una de las zonas más ricas en biodiversidad en el mundo y sin embargo es donde se concentran las mayores desigualdades y contrastes, donde se hacen más patentes los abismos entre los más ricos y los más pobres. Llama la atención que en términos de integración estamos ante un territorio con una identidad cultural, de procedencia, idioma, religión, de tradiciones,  incluso de sistema jurídico, que la hace envidiable a los fines de la armonización normativa y la paulatina eliminación de las asimetrías en el desarrollo económico, social y normativo.

Cualquier tipo de integración con los países de América del Norte significaría un bloque comercial gigantesco, porque abarcaría a todos los países de la América del Norte y América del Sur[1]. Son 34 países en total con una  población de más de 750 millones de  individuos. El PIB supera los 13.000.000 billones de dólares, que significa más o menos 26% del PIB mundial.

Comparado con los otros bloques comerciales, sería un proyecto de acuerdo comercial en forma de  integración más grande de la historia. El TLCAN o NAFTA y la Unión Europea juntos son casi igual en población y PIB. Los Estados Unidos podrán dominar el mercado de trabajo más amplio del mundo por su cantidad de integrantes, área geográfica como porque históricamente ha tenido ansias hegemónicas sobre él.

Sin embargo los 14 años de balance del TLCAN ha demostrado que no ha sido en beneficio de México y su pueblo, sino de las grandes transnacionales, no ha traido más empleo, mejores condiciones ambientales, sino fuga de trabajadores hacia el Norte en busca de oportunidades laborales, chocando entonces con el Muro de la Ignominia, construido para evitar la entrada de personas, criminalizando a los inmigrantes, cuales delincuentes que huyen de sus países donde no quieren trabajar, o tratados como vagos e incapaces de avanzar en la vida mediante su desarrollo profesional.

Pero se trata del robo o la fuga de cerebros y de fuerza de trabajo simple como nuevo fenómeno de los últimos tiempos, que son llamados por los cantos de sirena hacia los países de mayor desarrollo. Los que se quedan en sus países de origen lo hacen guiados por el espejismo basado en la esperanza de una vida mejor a través de las inversiones de capital de las transnacionales que traerían tecnologías más avanzadas cuando la cruda realidad es que estos inversionistas se lanzan hacia “sus derechos de propiedad intelectual por las tecnologías que aportan superioridad tecnológica”, inversiones con reexportación de ganancias y mantienen a América como su área de influencia.

Al respecto podrían tomarse como base de estudio los Tratados Bilaterales firmados con Chile, Centroamérica,  Panamá, República Dominicana, Colombia y Perú. El Gobierno de Estados Unidos presiona a algunos países con la firma de acuerdos bilaterales, sobre todo a los más complacientes con Washington, en un intento por desviar la atención de otros problemas más graves como es la política de seguridad nacional instaurada en el mundo por parte de ellos a partir del 11 de septiembre de 2001 con el atentado a las Torres Gemelas, que le han permitido la cruzada contra el terrorismo, el narcotráfico y en definitivas, contra las fuerzas progresistas y los movimientos sociales. Sin embargo, la suma de estos acuerdos bilaterales no equivale al proyecto inicial de haberse suscrito el Acuerdo de Libre Comercio de América, sobre todo  porque no se  ha logrado suscribir los TLCs con las economías más importantes de la región, o sea con Brasil, Argentina y Venezuela.

ALTERNATIVAS DE INTEGRACIÓN PARA LA AMÉRICA LATINA

En fecha tan lejana como el año 2002 nos viene a la memoria que la Alianza Social Continental publica y promociona una Alternativa a la Integración Latinoamericana contra el ALCA y las intenciones imperiales de convertir a América Latina en un apéndice de los Estados Unidos  y con ello hacer realidad las doctrinas hegemonistas del Destino Manifiesto y América para los Americanos, mediante una mal llamada integración con más sentido de anexión con el mercado como centro y fundamento, a espalda de los intereses populares.

La alternativa al ALCA y los TLC, como todos conocemos, debe basarse para ser cierta, en el orden público social, poner este mundo al derecho, definir el protagonismo en el ser humano, creador de todas las riquezas y bienes materiales, así como espirituales.

Por tanto, cuando se analiza el tema “integración” en América Latina es necesario tomar en cuenta cuál es el sentido que esperamos de ella, si solamente se trata de un área de libre comercio, para asuntos de mercado, o el interés fundamental está centrado en una integración económico-política-social, cual suerte de Unión Latinoamericana en la cual puedan existir organizaciones supranacionales para regir acuerdos importantes como serían los migratorios, movimiento de capitales, y otros.

Hay cuestiones que no por repetidas, deben ser olvidadas. La región latinoamericana está en condiciones privilegiadas para lograr una integración nueva con una alternativa que sitúe en el centro al hombre con una vigencia plena del orden público social por encima del mercado. En realidad América Latina es el espacio idóneo para un proyecto integracionista por tener idioma común, procedencia de una misma raíz, tanto nacional, como cultural, una raza formada del mestizaje del conquistador, los negros esclavos y los pueblos autóctonos originarios, problemas comunes, medulares no resueltos en lo que respecta a la salud, la educación, la alimentación, la presión de la deuda externa, el desempleo, las privatizaciones, la desregulación y flexibilización de las normas laborales, la corrupción y otros, derecho y costumbres similares, ideales madurados por próceres de nuestra primera independencia que lucharon por una Patria grande americana, sin fronteras artificiales que hoy enfrentamos en temas migratorios, de bolivianos y colombianos viviendo fuera de sus fronteras por cientos de miles y millones, en estados vecinos como Argentina, Brasil y Venezuela.

Si se unen todas las riquezas naturales y materiales de este continente, su capital humano y su espíritu de lucha en las comunidades originarias y los pueblos ocupan el lugar que les corresponde en la conducción de sus destinos, se podrá alcanzar una integración intrarregional que privilegie la solución de dichos problemas ya identificados y que pueden resolverse con el esfuerzo común, pues estamos hablando de un territorio rico en recursos energéticos, materias primas, minerales, hidrocarburos, productos de la agricultura, etc.

Este es el momento óptimo que no puede dejarse pasar, hay que abordarlo de inmediato para impedir que se aborten los intereses libertarios de una segunda independencia de la América Latina.


[1] En estos intentos de integración, Cuba ha sido excluida por los Estados Unidos.

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